
Lectura recomendada
Aquí uno de los poemas de Siento. Poesía alazarVol.1: "Solo un asomo" en donde además de llevarse una bonita experiencia en el paseo de sus letras, también hallarán profundos mensajes referentes a mi tierra y su pueblo de a pie. Y esta obra, ¡es perfecta tanto para cada uno de ustedes que me leen como para que sea un hermoso regalo a sus personas especiales en sus vidas! Entonces, ¿conocen a alguien que puede que se identifique con este poema? Me encantará saber su experiencia en su lectura y la de ustedes también, así que no duden en compartirlo con todos e invitar a ese alguien a acompañarnos.
Solo un asomo
En la Habana, Vedado encantado, bajo el sol tropical,
dos hermanos pasean con su madre, lista para viajar.
Avenida de los Presidentes, antes Paseo de Carlos lll,
y antes, Avenida de la Independencia que se hacía llamar.
Ella niña y su falda que ondula alegre,
agita su preciado libro.
Y él, su bracito mayor extiende,
imaginando aventuras, con mirar intranquilo.
“La calle G” posee un hermoso paseo en su centro,
como un gran jardín diseñado.
Dejando entrar visualmente el mar,
hacia el interior en la ciudad.
La madre, su realidad dispar a su viaje,
observa con aferro.
Sus niños, ella de cabello azahar,
y él de pasos férreos.
Brincan, juegan,
toman de la mano a su mamá.
Y de lado a lado, señalan allá ese mar,
en su Malecón, que parece libertad.
En la hora que finaliza jornada y da reencuentro,
está el banco bajo la sombra frondosa, de un árbol corpulento.
Se sientan a escuchar a la madre recitar,
Los zapaticos de rosa, lágrimas consiguen brotar.
Los hijos se reponen con la continuidad de sus propios cuentos,
y la madre, sus ojos alza.
Lastimándose con el verde ámbito mentiroso,
piensa en una linda historia que, abraza.
Personas vienen y van, sonrisas tristes, sed de lo racional,
con música pobres han de bailar.
Tú de allá para acá,
y ellos tres, vuelven en su iluso viaje a ensoñar...
En calor, típico, se envuelven en su magia,
borrando, ella afanosa, desconsuelos de su vida diaria.
Y al caer la tarde dorada, cuando el sol se despide,
la brisa, repentina, acaricia sus rostros tibios con nuevo sonido que perciben.
—¿Es ese el canto del Tocororo?; la madre pregunta.
Y, sus hijos sus oídos empuntan.
—¿No que vive en otro pueblo? ¿Lejos?; su niño, el mayor, duda.
—¡Es libre, colorido y contento!; su hermanita, le asegura.
Una muy humilde inspiración del poema:
“Los zapaticos de rosa” de José Martí,
publicado por primera vez en 1889,
en el tercer número de la revista mensual
La Edad de Oro.
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